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muy amigo nuestro, cuyo blancor contrasta con los eunucos negros. Tienen éstos para la circunstancia picas capaces de enseñar, aun a los que no son pierrots, que los ojos en la noche no deben mirar más mujer que la luna... Avanza un personaje, envuelto en un peplo griego, conversando con un estudiante de Salamanca, cuyo tricornio lleva una rosa de Sevilla. Y el Pierrot oye y el griego habla :

«Yo he contado cómo Alejandro fundó la ciudad del Faro. Las aves se llevaron el trigo que sobre el suelo la dibujaba. Los magos dijeron : eso es señal de los muchos pueblos que vendrán a vivir entre sus muros.»

El estudiante responde :

«¡ Oh Plutarco ! los magos no debieron dar esa interpretación ; las aves tienen alas como la humanidad inquietud, y pronosticaban que Alejandría iba a ser centro buUente de los anhelos de los hombres, con sus ideas transforma.das en sistemas. Magos caldeos, cabalistas judíos, filósofos griegos, sacerdotes egipcios, cristianos nacientes, todos se confunden y elevan templos y discuten, y en sus estremecimientos vibra y fulgura una ráfaga de lo divino...»

Su voz es cortada por hermosa mujer, que empuña un espejo, y trae en el cuello un collar de perlas :