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grado, la resurrección de Osiris descansa sobre el amor, que, revistiendo varias formas, se personifica en Isis.

Quizá, por eso, los árabes colocaron en la isla el teatro de las aventuras de Zahr-el-Ouard, es decir, de la princesa llamada Flor de Rosa. Al ver el templo de Isis, creyeron reconocer la fortaleza en que el visir encerró a su hija. Su amante era Anas el Onogud, y en su dolor, al sentirse separado do la princesa, se fué al desierto. Allí se dedicó a sembrar el bien entre los animales, hasta que un ermitaño le reveló el paradero de su querida. Anas llegó hasta la isla, y después de muchas y extraordinarias aventuras, que recuerdan a veces las de Menes, primer rey de Egipto, la capilla de Osiris fué la cámara nupcial de los amantes. Los bateleros de Filoe las narran, y concluyen la leyenda con la frase de Las mil y una noches : «Y así vivieron en el seno de la ventura hasta los años más avanzados, cuando las rosas de la voluptuosidad pierden sus hojas y los tiernos pensamientos reemplazan la ebriedad de los sentidos.» Y así, la imaginación popular, en el recinto de los misterios, adivinando algo del drama religioso, cantó el amor que vence los obstáculos y que da, con las amables formas de los cuentos, un