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primeras de turquesa, engarzándose con las superiores de esmeralda, que se bañan en el cielo de zafiro. Vagamos por varias capillas, cuyos signos no alcanzan a precisarse en la sombra espesa. En otras, un agujero deja adivinar la hoguera del espacio, pero el rayo de luz no disipa las tinieblas. Aprovechamos la frescura del Santo de los Santos para descansar. Las paredes desj)renden el aliento de otros siglos. Nos hablan de las cosas que vieron y de los cánticos muertos para siempre. Leemos en voz alta una inscripción latina, y los ecos dormidos se despiertan y nos dicen cómo se buscaba en aquel recinto el talismán vencedor de la muerte. Osiris fué el dios más popular de Egipto, y se le agregaba casi siempre a la trinidad que cada ciudad erigía, sobre los otros dioses del culto.

He aquí su leyenda : hijo del cielo y de la tierra, se casó con su hermana Isis. Set Tifón, envidiando las glorias y la felicidad de ambos, decidió la muerte del esposo. Nephtys, su mujer, envuelta en la túnica perfumada de Isis, logró atraer a Osiris y tuvo por fruto a Anubis, futuro guardián de las sombras. Set, aprovechando el cansancio del dios, debilitado por la voluptuosidad, lo venció, y dividiendo su cuerpo en pedazos, lo arrojó al Nilo. Isis salió en su busca con una arca de palmera y pudo recoger