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tarse entre infieles. Sancho, más contemporizador, no pasaría de largo ; pero al poco rato, soñando con su Valdepeñas, tronaría contra la ausencia de todo pellejo de tinto. En efecto, se sigue aquí la ley mahometana, y el vino falta. También se come con las manos, cosa que, al parecer, es muy natural, muy cómoda, muy simple. Pero como no se puede sostener su limpieza, detrás de cada comensal hay, llena de agua, una palangana sobre un trípode.

Algunas conocidas de nuestro hotel pasan llevando flores, custodiadas por eunucos. Naturalmente, las seguimos. Llegan a la escalera misteriosa y suben. Danse vuelta y nos lanzan una mirada burlona. Nuestro querido francés no dice ya nada, profundamente desconsolado. Cuando vuelven, hablando a la vez, nos cuentan lo que han visto. En resumen, poca cosa. La novia es joven y fea : estaba entre dos eunucos : todas las acompañantes huyeron al sentirlas. Ellas entregaron sus ramos de flores y recibieron de la desposada una sonrisa. Como no hablaba ningún idioma extranjero, no se dijeron nada. Las despidió con un gracioso zalamelé, tocándose el pecho y la frente con las manos, es decir, corazón y cabeza agradecidos... Estamos en un patio, y en lo alto, detrás de las celosías, se oyen risas de mujeres.