Página:La voz del Nilo (1915).djvu/286

Esta página ha sido corregida
— 282 —

egipcia. Sus diversos edificios se escalonan sobre terrazas, y en un patio rodeado por capillas hundidas en los muros, yérguese el único altar con gradas que se conserva en Egipto. En los pórticos, son admirables, por la esbeltez de las palmeras cubriendo a los bueyes cargados de riquezas, los bajos relieves de la expedición al país de Punt, que inundó la corte de Hatshepsitu de marfil, incienso y ébano. Y todo el templo, al pie de un monte — colosal peñasco sombrío, — aparece sobre la arena, como una pavesa grandiosa dejada por los siglos en un naufragio.

El Eamaseun está a un cuarto de hora de camino y es el templo del Doble de Eamsés II. Se creyó en un tiempo, por la descripción de Diodoro, ver en él la célebre tumba de Osimandias, la que tuvo por corona un áureo círculo de 365 codos. No extraña la admiración del viajero antiguo, si se contemplan sus ruinas.

Los faraones son una expresión viril del orgullo humano. Se antoja que emprendían guerras, no para enriquecer de gloria o de botín a su pueblo, sino para tener qué grabar en sus templos y sepulcros, como armas contra el olvido. En los muros y en las columnas de este despojo gigantesco se asiste a las procesiones religiosas en honor de los triunfos, y a las batallas dadas por Ramsés II, y a todos los detalles de la