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El templo de Setos fué concluido por Ramsés II. Llaman la atención los bajos relieves de su pórtico, donde las nomes del Alto Egipto, simbolizadas por hombres y mujeres, llevan platos de flores en esmalte, rebosantes de alimentos, y lucen las frentes coronadas de lirios. A su vez, adelantan las nomes del Bajo Egipto a cambiar con las otras sus ofrendas, y yerguen las cabezas, adornadas con papiros. Ya la naturaleza había entregado al hombre el lirio, cual una sonrisa destinada por sus corpúsculos de oro, dibujados por el lápiz del sol, a vivir con gloria, y por su luz interior de claro de luna a morir con gracia. El Alto Egipto, comprendiendo su hermosura, lo hizo su flor heráldica. El hombre, a su vez, tomó los verdes y flexibles tallos del papiro, y creó con sus películas el albor de los lirios, para ennoblecerlo con los pensamientos de su alma. Y los genios del Egipto se complacen en coronar las frentes con las dos blancuras hermanas, bajo el mismo cielo de vida... Y ese azul, admirable, ya con el sol resplandeciente, ya cubierto de estrellas, brilla en los plafones del templo. Aquellos hombres, empeñados en hacer con la piedra una eternidad del furtivo instante de sus existencias, pintaron un firmamento a semejanza del verdadero. En el Santo de los Santos, Setos inciensa a AmónLA VOZ.—18