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EL VALLE DE LOS REYES

Después de atravesar el Nilo, llegamos a poco a la aldea de Kurna, entre cactos y datileras que proyectan ralas sombras de sus débiles ver duras.

Aquí está el templo de Setos I. El rey lo hizo edificar para su Doble, a imagen del levantado en Abydos, sobre las bocas de la grieta Como el sol desaparecía por allá, mirábase en ese j>unto la última estación de la ruta del alma, camino del imperio de la sombra. Con tales precauciones, no faltaban al faraón incienso y carne cuando se despedía de la tierra conocida. Este templo de Kurna era, en realidad, la capilla del sepulcro cavado en el valle. De modo que, después de un tiempo, se olvidaba el verdadero cuerpo y el pueblo sentía en el recinto sagrado la invisible presencia del Doble, confundido con los dioses, y al fin tranformándose en augusto y divino. Así, el poder de los reyes se acrecía, pues el culto al faraón muerto nimbaba de majestad mayor la frente del vivo.