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bajo arcos triufales, avenidas en todas direcciones ; y cómo la del centro, uniendo Karnac a Luxor, con sus edificios cubiertos de mosaicos y bajos relieves esculpidos, y abierta a los solemnes cortejos y a la vida cotidiana, era en Tabas lo que son en París los Campos Elíseos.

A medida que avanzamos siguen brotando de las entrañas obscuras fragmentos de capillas, templos y palacios. Una vieja alemana rebusca en su guía la situación de una ruina, y al fin se decide a interrogar a nuestro grupo. «No puede estar — le responde un director ; — acaba de ser descubierta.» Y como nos hemos detenido, vemos salir, en la conmoción de un golpe de pico, una lámpara de greda. Maspero la recoge y la observa, con su lente : «Es moderna' — exclama, — es de un siglo antes de Jesucristo ; llevadla como recuerdo de Karnac.» Y sonriendo a la palabra «moderna», la guardamos, encantados. Moderna, ¡ sí !, al pie de los obeliscos,- modernos a su vez bajo el azul del cielo, que es moderno ante el aliento de Dios ; y así cualquier simple hecho, en este país que hace renacer la historia humana, oprime al viajero con la inquietud de lo infinito.

Entramos al pequeño templo de Ptah, verdadera curiosidad, porque está completamente reconstruido. Pasamos a la capilla del dios, que