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BODA ÁRABE

Nos han conseguido invitación para un casamiento : en marcha. A la llegada, hallamos un despliegue de banderas en plena calle, como si se tratase de una fiesta pública. Una banda de música atrae a la gente del pueblo que a cada coche de extranjeros, grita «bakshish», con la esperanza de unas monedas. Entramos en la casa del Bey, y nos envuelve un soplo de la Exposición de París : el tamboril, la flauta, el canto, el golpetear de manos de la Danza del Vientre. Felizmente, aquello es simple música, lo que es ya bastante. Parece que las célebres aoualin, esas encantadoras de las fiestas de los califas, hadas del baile árabe, han desaparecido por completo... El salón es un jardín transformado en tienda. Los caminos de arena se han cubierto de alfombras, y los muros y el techo, son techo y muros de tapices. Las banderas y los estandartes, con la nivea luna sobre el campo sangriento, se mezclan a los escudos con arabescos que narran los títulos