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Egipto de gigantescas construcciones, y fundó la ciudad de Tanis, rival de Menfis y de Tebas. Mujeres de todas las razas pululaban en sus harenes, los reyes vencidos le ofrecían doncellas ; y la princesa Khati, enviada como regalo de un pueblo, se llamó por su orden «Uirimaun-ofisuri», es decir, «la que ve las bellezas del Sol». Y al Sol, que era él, el soberano, el virrey etíope, le saludaba exclamando : «Di al Nilo : sube el agua hasta la montaña, y subirá, pues todos tus proyectos se cumplen, sin que se haya oído nada igual, ni en los cantos de los poetas.» Y vivió largos años entre sus ciento once hijos y cincuenta y nueve hijas, paseándose a menudo en este patio de colosos. Ved alguno completo ; Ramsés adelanta con el aplomo de un dios que pisara el mundo que ha creado. Una estatua carece de rostro, y hace adivinar su imperio, con el cetro pendiente, cual espada cortante y cadena esclavizadora, junto al látigo que vilipendia. El fragmento de una espalda se ofrece como para que se apoye el templo ; una mano caída hunde el pavimento ; un muslo parece columna tronchada ; y hay piernas que levantan vientres, donde el ombligo es un granítico sol. Imaginad ahora a los colosos rehaciéndose con un estremecimiento gigantesco y dominantes en el íntegro esplendor