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dinamos sobre los lagos de sus ojos, persiguiendo el loto, símbolo en el viejo Egipto de inmortalidad, recordamos, para no sentir el vértigo, una colina recientemente visitada. Allí se yergue, disipando el temor que inquieta, la Cruz invisible de la errante criatura, que estremeció con su vagido a la Esfinge, hasta casi ponerle en sus labios la primer palabra.