Página:La voz del Nilo (1915).djvu/237

Esta página ha sido corregida
— 233 —

LA ESFINGE

De pie sobre la loma de Guiseh, divisamos allá en el fondo el Nilo. Bosques de palmeras, de acacias y sicómoros se yerguen en torno de su sonrisa azul, transformada por el sol en gloria que canta. Y después, una alfombra verde, con todas las bellezas de la riente fecundidad, se tiende y toca los montes del Mokatam, que la tarde enrojece.

Mirando al Nilo, no se piensa en la fúnebre procesión de las barcas, con la momia dorada, bajo palios de púrpura. Se le ve deslizarse con serena majestad y óyese el ritmo de las manos, y el alegre himno al son de las arpas de otros tiempos. Se le cree aún colmado del mensaje lisonjero de los papiros, porque «es el dios de la riqueza que adorna la tierra, y hace prosperar los barcos a la faz de los hombres, y vivifica el corazón de las mujeres encinta, y ama la multiplicación de los rebaños». Y es tal su belleza al ofrecer con sus crecientes, a los dioses y a