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tienen genios salvadores que espanten y alejen O' atraigan, y defiendan siempre sus secretos. Mourtadi recogió leyendas creídas hasta inspirar terror profundo. Así, el genio de la pirámide de Cheops era una imagen negra y blanca sentada en un trono. El que miraba sus ojos oía un trueno engendrador de la muerte. Un ídolo de granito salía de la de Cliefren, y el ureus de su cabeza, cobrando vida pujante, estrangulaba al profanador. La de Micerinos, hospedadora de la princesa Nitocris, tenía por genio a una mujer alada, abismo de amoroso acento, y salíase de sus brazos a vagar por campos y ciudades con la razón perdida. Ya no encierran los simbólicos monumentos momias que son objetos de museo ni las velan espectros de piedra disipados como ligeros celajes ; no lanzan de lisas superficies los rosados tonos del granito de Siena, ni recuerdan con dioritas el fuego de los valles volcánicos... Pero, descantilladas, son en su degradación más venerables, y dan a los desiertos enigmática majestad, y dicen al que las mira : «Nuestros genios se han fundido en uno solo, «eterno y silencioso», la Esfinge».