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un mono, a recibir de los jeques las cuentas de sus cosechas. Los campos florecientes ofrecen abundantes trigos, y piedras giratorias trituran las espigas. Los rebaños cruzan arroyos, y a los corderos pequeños los criados los levantan en sus hombros, cosa que Ti aprueba desde la orilla. Se esculpen estatuas funerarias y se trabajan metales ; los ebanistas hacen conocer las formas de sus herramientas. Observando la fabricación del vidrio, se ve que no ha cambiado mucho desde su procedimiento primitivo. Y Ti va y viene, desde por la mañana hasta la noche, y a veces nos lleva a sus cacerías de hipopótamos en las lagunas del Delta.

En otros mastabas, como en el de Meri, sacerdote de la pirámide de Teti, vese en la capilla, sobre la Estela, una admirable estatua, que lo evoca viviente con pasmosa realidad. Y los compartimientos, además de su existencia y la de su familia, resucitan con imágenes la complicada liturgia de los funerales. Los mastabas se multiplican y es inmenso el reino de Sokari, genio fúnebre de Menfis. A cada instante, en sus dominios, se aparece, hecha de misterio, de sombra y de ensueño, la imagen que murmura antiguas palabras : crSoy la compañera de Osiris, divino señor de la muerte, soy aquella que ama el silencio».