EZBEKIEH
Estamos en febrero ; los telegramas del Sur de Europa anuncian en todas partes la nieve ; el frío es intenso. iVquí se vive en buen tiempo perpetuo, con el ambiente delicioso de una templada primavera. Por las mañanas, invariablemente, reina hasta las diez un vaporoso velo ; el sol lo disipa al fin, y bajo una bóveda de límpido azul, la ciudad de los alminares se dibuja como infiltrada del espíritu de la aurola que ocultó la niebla.
El júbilo del aire derrama una voluptuosa juventud, ligera como una ala leve que roza y vuela, contrastando con el sombrío misterio de esta tierra de Egipto, cavada cual ninguna otra del mundo, por los sepulcros. En el centro de Ismá Iliya está el parque Ezbekieh.
Invitan a entrar sus plantas : tienen realmente amoríos con la luz, y en su contento de vivir, en vez de sonrisas, dan ñores. Las palmeras abren sus copas para abatirlas radiantes ; los penachos, con la brisa pasajera, tejen