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burlas de Heródoto, tenían un subterráneo para perpetuar sus momias. Dentro de él no nos vemos ni las manos. El calor es sofocante en interminables corredores. No se pueden encender antorchas y hay que contentarse con velas : en sarcófagos inmensos de granito, pulidos como espejos, nuestras sombras instables se dibujan como en sombras fijas.

Empezamos a descender a los mastabas. Mariette, en su estudio Los Mastabas del Antiguo Imperio, explica este nombre, que no tienen las tumbas en otras partes de Egipto. «En árabe, se llama mastaba el estrado construido en piedra que se ve en las calles egipcias delante de cada tienda. Se extiende un tapiz sobre el mastaba, y el cliente se sienta para tratar de negocios al lado del comerciante. Existe en la necrópolis de Sakara un templo con proporciones gigantescas y la forma de un mastaba. Los habitantes vecinos lo llamaban Mastabat-el-Faraún, creyendo que en otros tiempos un faraón se sentaba para administrar justicia. Las tumbas menfitas, que cubren en gran número la loma de Sakara, están construidas sobre el tipo de ese templo. De ahí, el nombre que se le ha dado.» La visita a estos sepulcros hace renacer, debido a la creencia del Doble, toda la vida del antiguo Egipto.LA VOZ.—15