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destruidos capaces de responder con bus ecos a la voz del genio de las ruinas.

La fundara o no Menes, fué Menfis una de las más antiguas ciudades del Egipto. Su historia, al principio, se confunde con la leyenda. No tuvo en extensión más que una rival, Babilonia, y en esplendor ella lo fué de todos los centros de Oriente. Su fama se extendió por el mundo y se hizo cosmopolita : no hubo dios que no desease un santuario entre sus muros. Peregrinos de Europa, Asia y África acudían a conocerla, y hasta los Tolomeos se coronaron en el templo de Ptah. Cuando Strabón la visitó, estaba ya en decadencia ; pero aun en el siglo XII sus ruinas eran imponentes. Eotos los diques del Nilo, las inundaciones la cubrieron ; luego brotaron bosques ; y los estudios de hoy pueden apenas señalar el caserío de Bedrachein, y decir : «aquí fué Menfis».

La tal aldea, como todas las árabes, es un agrupamiento de cuadrados de barro crudo, cubiertos de una ligera rústica cúpula. Cada puerta parece dar a una cueva. Cocina, dormitorio, comedor, se juntan, y las familias viven en una promiscuidad de sexos completa. La inmundicia de las callejuelas no es sino una prolongación de la de los interiores. Las mujeres no llevan más vestido que un sableh de tela azul,