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generosos a pobres ánforas ! El perfume es demasiado para una flor, el canto para una ave, la luz para un astro. Al hombre, que es más que el astro, la flor y el ave, le dimos más que la luz, el perfume y el canto ; concedímosle la inteligencia con el prodigio de la palabra. ¡ Ah, si el ave, la flor, el astro pudieran hablar, ya nos habrían negado, en nombre de su canto, de su aroma y de su luz ! ¡ Pobre hombre ! La grandeza del don le ha enloquecido, y el orgullo es la cicuta que esteriliza su huerto. Perdonémosle, pues. Desde que dejé la tierra, mi compasión se ha hecho más vasta. ¡ Qué quieres ! miro con ojos afectuosos hasta la encina de los germanos. ¿Por qué no la han de creer sagrada, si mi voz no ha penetrado del todo en sus selvas, y si yo recuerdo casi con cariño aquellos hospitalarios sicómoros que, dando sombra a mis discípulos, recogían la buena nueva en el murmurio de sus hojas? Y los extravíos, las pasiones, los errores, el dolor, todo me inspira más profunda misericordia al recordar con qué intenso poder mi naturaleza humana quiso ahogar a veces mi divino aliento. ¡ Ah ! sé bondadoso con los hombres : ellos luchan entre el furor de los instintos y dos fuentes de vida, que lo son de inquietud : los misterios del amor y de la muerte. Ora por la humanidad y deja la sombra de tu