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Y de ella nace la hoguera, y la piedra resulta hermana de la mies, alabando el pan bendito... Si esos desgraciados no conocen mi palabra, no es tan extraño que adoren al fuego que, como mi Padre, está en los cielos y en la tierra. Y no olvides que esos persas, por intermedio de Zoroastro, tienen sus buenas cosas : aborrecen la mentira y castigan la ingratitud. ¡ Ah, la ingratitud, cuan inmenso triunfo es el perdonarla ! Luego aplicarle penas no es gran crimen... De ésos hay algunos tan convencidos — y al fin ello es mérito, — que verás a los Guebros huir a los desiertos del Kermán por no ser mahometanos. Siento que la ira te estremece al oir este nombre : aplácala, hijo mío. ¿ Qué culpa tienen de haber dado con un impostor inteligente que, estudiando el genio y la naturaleza de su raza, les ha sabido inspirar una fe profunda? Toda fe es aliento de esperanza y de amor ; y yo, el maestro del amor y la esperanza, veo los errores para encontrar sus caminos, con tristeza, pero con simpatía. ¡ Ah ! los que niegan y destruyen sin crear, ésos sí que serán el pasto seco del infierno. El perdón es agradable, menos para concederlo a los que arrancan a sus hijos, en la infancia, el futuro escudo contra el dolor. Al fin ¡ desgraciados ! la culpa es nuestra, la culpa es de mi Padre. ¡ Sí ! ¡a qué dar licores tan