dé la beatitud del anonadamiento, es lo único que se le ha podido ocurrir para escapar al dolor de la vida. Ella no tiene la culpa si mi palabra no ha llegado a las ondas del Ganges...»
Macario, sin poder hablar en su sueño, piensa : o¿Por qué el ángel llama a Dios mi Padre? ¿Por qué habla de su palabra como de la de Cristo?...» La hermosa aparición, que parece evocada por la divina calma de la tarde, prosigue diciendo :
«De esta tierra de Egipto fueron los dioses a tu Grecia. Los sacerdotes, que en realidad no los habían creado en ninguna parte, y sólo los modificaban al recibirlos del instinto imaginativo del pueblo, les dieron un aire nuevo de elegancia y una luz de riente poesía. Es lo mejor que pudo hacer una tierra de artistas, donde mi Padre dejó caer tanta gracia armoniosa. En fin, eso ha concluido : la raza, felizmente, no ha muerto del todo ; y tú, uno de sus hijos, Macario, eres el destinado a estampar en los templos más viejos del mundo la imagen de Jesús el Nazareno. Por eso mismo, no tengas palabras duras ni para los que siguen a Hom en sus adoraciones al fuego. Hermoso es sentir en invierno el aliento de la llama. Hermoso es ver junto a la fecunda espiga de oro una piedra que, cuando se la califica de estéril, da una chispa.LA VOZ.—13