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y sube, mientras el color de las cosas se evapora cual ella, con la dulzura con que el collado de la mirra exhala el perfume de sus arbustos. Macario oye que le hablan ; ve sin estupor a un ángel, inspirado quizás por los celajes, y escucha su melodiosa voz acompañando la muerte del día bajo la omnipotente serenidad del cielo.

«Hermosa es la tarde — exclama. — Sobre sus ruinas quiméricas se encienden las estrellas. Las estrellas recuerdan con su luz que el sol, en realidad, no ha muerto. La contemplación de tanta belleza, hizo adorar a los astros como dioses. Guarda el espíritu iracundo, hermano, y comprende esos extravíos. Los pobres egipcios, los babilonios, los fenicios, hicieron lo que pudieron ; y entre los errores de su sabeísmo, buscaron en la sombra de los templos al Dios único.

»Sí Lao-Tseu, en vez de contentarse con el estudio del ser primordial, se perdió en el panteísmo, perdónale, porque había en su error, funesto a la China, un exceso de amor a las bellezas creadas por mi Padre. Buda también predicó la unidad de Dios, y su moral fué austera. ¡ Ah ! la acción del universo lo envolvió en sus falaces espejismos. Mas no dejes de observar que si esa India aspira a purificarse y a fundirse en un nirvana, que, matando sus deseos, le