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dre enfermo. Sus hermanas, celosas del cariño del faraón, la abandonan en un pantano y le roban las alas. Una cigüeña lo presencia todo, y ve desaparecer bajo las aguas a la princesa. Pasa un tiempo, y en un iris surge, como pistilo de la flor, una hermosa niña. Es Helda, hija del rey del Limo y de la pobre prisionera. La cigüeña la toma suavemente- y la deja en el lecho de la mujer de un pirata normando. En aquella casa la niña crece. De día es hermosa como su madre, con un carácter bravio donde bulle el alma del rey, y de noche se transforma en rana, recordando el cieno, su cuna, y sus dulces ojos reflejan el espíritu de la princesa. Los piratas llevan al castillo un prisionero, heraldo de una religión nueva. Se decide su muerte. Helda pide presenciar el sacrificio. Su madre adoptiva la busca después de metamorfoseada en la noche, le habla con elocuencia, y los ojos tristes, inteligentes, del inmundo animal, vierten lágrimas. El sacerdote, a quien liberta, le hace el signo de la cruz, y libre de su sortilegio, adquiriendo para siempre la forma humana, saca del pantano, tras milagrosas aventuras, a su verdadera madre, toma la piel del cisne traída por la cigüeña, y vuelve a Egipto, siendo la ñor que con un beso da la salud al