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arrancándoles ecos cual lamentos del silencio horrorizado. El agonizante sorprendióse a sí mismo, y en una postrer vislumbre sintió la profanación y la angustia de morir contento. Pero era tarde. De la piedra imán del hombre, sólo exánime podía caer el atraído, como fruto maduro de la rama. Cuando al fin enmudeció, rodó el soldado pesadamente, seguido del ligero salto de una piedra. Y ésta, entonces, transformó la luz del día en la de su nacimiento, evocadora del monte de la Luna. Era que el alma de Saadí no la dejaba, comunicándole, ya libre de su infuencia, el dolor de haber partido sin llanto, riendo sobre la tribu, en el cementerio de sus padres ; y hubo un momento en que el don del genio, abrillantándose más, brilló como un sol de melancolía.

Ya lo veis, amigos míos ; a veces las aspiraciones imposibles son, realizadas, manantial de pena. Y ¡ ah, cuánto mejor es que persigamos la ilusión nosotros mismos, sin que nuestros padres nos dejen por herencia las varas mágicas de los genios !