Página:La voz del Nilo (1915).djvu/163

Esta página ha sido corregida
— 159 —

aristas : es la piedra imán del hombre. Yo tengo un pedazo, tómalo ; para sentir sus virtudes, no hay más que soplar tres veces sobre sus brillos.»

La batalla fué ruda, y completo el desastre de la tribu de Saadí. No quedó en la población muro completo, ni árbol erguido, ni fuente intacta. Los vencedores se lanzaron a buscar las mujeres refugiadas en un viejo cementerio. Saadí y los pocos sobrevivientes estaban ya allí dispuestos a nueva defensa. La lucha fué desigual, imposible por el número. Los valientes cayeron todos y no hubo un solo hombre cobarde ; las mujeres, para no ser arrebatadas, matáronse, y los invasores, coléricos, abriendo las tumbas, degollaron a los niños ocultos. Los cadáveres recientes despeñáronse entre los huesos polvorientos de los antiguos. Los vencedores se alejaron, tintos en sangre, rugiendo como panteras ; y poco a poco el tumulto se perdió detrás de un bosque. Entonces Saadí, mortalmente herido, se alzó sobre un chaid : el dolor del alma hizo desaparecer el de su cuerpo. Su mujer estaba cerca y no veía a sus hijos cubiertos por la inerte montaña humana. Ahogando en su garganta un sollozo, sacó de su armadura la piedra milagrosa y sopló sobre ella tres veces. Una vibrante alegre carcajada restalló en las tumbas.