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— Pues sean nuestras almas como las dos notas del pájaro.

Yo le respondí :

— Como ese canto sean nuestros cuerpos.

Ella me dijo :

— Ya los ramos de cipro surgen entre las vides ; hagámosles adornar nuestra ventura.

Yo le respondí :

— Que la ventura sea entre nosotros como ramo de cipro entre las vides.

Marchamos hasta el dosel de los pámpanos. Era difícil alcanzar las florecidas fuentes del perfume. Una brisa se transformó en ráfaga ; y, como alas de paloma, volaron cientos de flores de nieve, y cayeron sobre nuestras cabezas y colmaron nuestras ávidas manos.

Yo le dije :

— Coronados así, los días nos vestirán de esplendor con su gloria.

Ella me respondió :

— Y las noches de discreción con su misterio.

Ella me dijo :

— Amado, mi camello se impacienta ; quiere partir.

Yo le respondí :