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EL HUERTO DE LA PAZ


Alguien llamó al lugar aquel el Huerto de la Paz, pues su apacible ventura debía arrojar sobre las almas abitadas un manto de olvido, engendrador de una vida nueva.

En el huerto, lleno de flores, se levantaba una torre. En su cumbre vivía un astrólogo, y a sus pies, el jardinero. A veces, entre los dos, se entablaban diálogos, cuando la noche extendía desde el cielo la proyección de su reino silencioso. El astrólogo decía : «Hay novedades. Algunos accidentes me hablan de amenazas a las cosechas de los hombres. El Assadi, en cambio, está magnífico, y promete a los nacidos bajo su signo el vigor que aleja las enfermedades.»

— «Mis lirios — respondía desde abajo el jardinero — están enfermos. Es menester que el sol me preste sus rayos para que renazcan en las blancas telas los corpúsculos de oro. Mis rosas, en cambio, rebosan de hermosura. Las hay