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sabido que la reina tiene en el muslo una mancha purpúrea?»

«Señor — respondió el aludido, — como supe que la aparición del enano os daba el trono, y la del gigante la ciudad de Basora ; como supe ayer, sin que tú me lo dijeras, que querías una canción, y todo esto sin darme cuenta, porque mi poder es misterioso.»

Instar se inclinó sonriendo, y el mago se fué para volver inquieto al otro día.

El rey presentaba rastros de insomnio. «Señor — exclamó el poeta, — dicen que me desterráis. ¿Los príncipes de vuestra sangre pagan así a sus leales servidores?»

«Tu tono — respondió Instar — es algo vivo. Te perdono, porque la nueva debe haberte exasperado. Mas, ¿cómo has podido creer tal cosa cuando por tu bello poema te tengo ana nueva túnica? Es toda recamada en oro de Ofir. Te decías, con la de lino, envuelto en un claro de luna ; y con la de púrpura, en una aurora naciente ; con ésta resplandecerás como un sol en el mediodía de tu gloria : ¡ quiera la suerte que no llegue nunca la de la tarde !...» El rabí vistió el obsequio con orgullo y cruzó el palacio con alegría ; pero aquel fué su último paseo : la túnica estaba envenenada.