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»ma, con los valles y collados que recubre ; y »todo tu cuerpo es una viviente estatua que tie- »ne en sus líneas la armonía de un canto.

»¡ Ah ! no ensordezcas a mi voz : tú sola eres «digna de borrarme un pedazo del cielo que re- «flejo. Ven, que desfalleceré de gozo al tocar »la mancha rojiza que, en tu muslo, es un re- »cuerdo de la aurora en que naciste. Mis ondas «vibrarán sobre tu piel, transformando en per- »las sus besos, y empaparán tu cabellera hasta «que pese. Quiero ver cómo entonces se arquea «tu cuerpo, y cómo la nuca y la espakla y la «cortina sedosa construyen sobre mi cristal un «humano puente...»

«La reina no oyó más y se precipitó. Las aguas se levantaron chispeantes al sol ; en la soledad, hubo un inmenso suspiro sin causa, y la voz de la fuente estremeció las frondas, murmurando : «Es mía la más hermosa entre todas las mujeres».

Instar aplaudió mucho la kasida de su intérprete hebreo, que al retirarse fué detenido en la puerta. El príncipe había hecho un repentino movimiento, como picado por una víbora ; cuando Aben volvió, ya estaba sereno. «Dime ¡ oh extraordinario rabí ! — exclamó, — ¿cómo has