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ella hace pensar en un sol que besa racimos de oro y frutos de púrpura. El aire, después de abrazarla, esparce en su torno la frescura de un perfumado huerto... Cerrado es el lugar y la reina puede desnudarse : la reina se desnuda y la soledad se hechiza. Nunca rama alguna de árbol sediento tuvo al inclinarse sobre el agua más gracia y majestad, que la reina al detenerse al borde de la fuente. He aquí lo que la fuente dice :

«Tu pie me toca apenas y te reflejo toda : tu »imagen temblorosa estremece mi transparen- »cia. Esa imagen es forma de un deseo; haz »que tu cuerpo realice la promesa del reflejo. »Retratándote así, eres mi ensueño, y abrazán- »dote, te creeré obra de mis aguas : no niegues »esa ilusión a mi vida.

»Adoro el cabello obscuro que te viste cual «túnica de seda, brotada del seno de la noche. «Adoro tu frente, donde Dios debió de besarte, «después de hacerte. Adoro tus ardientes ojos, «capaces de secar mis aguas, si mi frescura, «acariciando tu piel, no transformara ese ar- «dor en languidez venturosa. Adoro tus labios, «que dan en su aliento el perfume de una flor, «cuando lo que se besa es la madurez de un «fruto. Tu albura es la de la nieve que, siem- «pre blanca, no cambia de matiz, y sólo defor-