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EL POEMA DEL RABÍ

El príncipe Instar, que, meditabundo, no hablaba nunca, llamó al rabí Aben : «Sé — le dijo — que eres en el reino el más admirable intérprete de sueños. Mi hermosa mujer ha soñado :

«En un valle de lirios rojos y blancos vio a un enano, no más grande que el turbante de un peregrino que vuelve de la Meca. Se divertía en cortar flores rojas y en ceñirse la frente con flores niveas. Cada ñor caída, le arrancaba un gemido, y cada flor endiademada, un canto jubiloso. A través de sus lágrimas, reía de pronto, y como aquéllas aun brillaban, u rostro producía un extraño escalofrío.»

El rabí mgditó un instante ; luego alzó la faz inspirada. «En este mes — exclamó — Aries es el signo del Zodíaco. Bajo tal signo en el reino, un enano es la imagen de la muerte. El hijo de vuestro tío, el príncipe Abdiel, va a morir asesinado. El enano llora y gime entre las flores color de sangre, con el pensamiento del padre y el dolor de las princesas. Muriendo Abdiel, tú reemplazarás al viejo rey en el trono. Con el triunfo de tus ambiciones y con el pen-