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púrpura, mas la voz del cazador no resonó recibiéndole. Contrariada la reina, exclamó : «¡ Cómo ! ¿No me saludas, y vengo a oir tu canto y a mirar caer las hojas que tú engendraste?»

Mudrix respondióle : «La última primavera no ha germinado en mi alma. ¿Por qué alabar ¡ oh reina! a quien me arrebató la alegría? Yo era libre como el viento, feliz como el león, y hoy soy un pobre hombre. La esclavitud y la amargura viven en mi morada desde que tú la visitaste.» La mujer replicó : «¿Y no tienes voluntad?» «La voluntad es del alma, y no tengo alma desde que sufre entre tus manos» — gritó, más que dijo, el cazador huyendo.

La reina dejó correr el invierno, y la primavera volvióla a ver en el bosque. Ante el aspecto de Mudrix, sobresaltóse y curiosamente le preguntó : «¿ Por qué tu cuerpo se cubre de harapos?»

— «En cada breve noche — respondió A cazador — encuentro, con una eternidad de tristeza, un infinito de sombra ; y su recuerdo me mata el júbilo del día. A quien vive en la tiniebla no le importa que le miren haraposo : cree que los ojos extraños no perforan la obscuridad circundante. Mi pellico de caza era más recio que un escudo de guerra, mas tus ojos lo destrozaron con sus flechas. Sólo harapos deben vestir losLA VOZ. — 9