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En tanto, el rey permanecía por tierra y sobre él se destacaba la copa. El sol, apareciendo, la tocó ; las esmeraldas y los diamantes fulguraron sobre el oro convertido en ascua. Ahnaf, viejo sabio, exclamó entonces : «Parece objeto de un culto y no copa de festín. Vedla cómo refulge casi sobrenatural. Diríase que el sol nace en ella. Yo he visto una semejante en la Kaaba ; la leyenda dice que un ángel se la trajo a Adán, con agua consoladora, cuando era en días de desolación la imagen del arrepentimiento llorando sobre su culpa.» Pero Ahnaf ignoraba que, después de tanto dolor, el rey iba a encontrar a las dos hermanas convertidas en huríes ; y esta vez, llenas de júbilo, ofreciéndole los besos más ardientes de sus labios.