— «Abuelo, ¿qué significan esas preguntas extrañas, y qué esas temerosas muecas? Si tenéis miedo, no temáis nada ; mi alfanje es de Fez y mi puñal de la ciudad de Ancyra.
BÜn perro aulló en las cercanías. Eché mano al puñal presintiendo un asaltante. Mísero de mí, el asaltante era bien impalpable, hecho de un soplo que tiene la más poderosa vida, helando, al pasar, la verdadera. El carpintero se calló, el joven durmióse, reinó la calma ; y era más pavorosa que el ruido, al llenarse con el insomnio de mi pensamiento. Sentí latir mi corazón como un eco que repitiera el roer del gusano ; gruesas gotas de sudor corrían por mi frente.
«Pasó un instante ; el joven volvió a sonreirse. ¡ Cuan terrible forma de la ironía es el sueño con su aliento de ilusión ! El rechinar del carpintero volvía, acompañando el latir de mis venas en las sienes. Rasgábase con golpes secos la entraña, la puerta se estremecía con sobresaltos, azorábase ante la revelación del misterio de su vida, y el reloj se transformaba en sierra, y el tic-tac acompasado en furiosa mordedura. Por un instante creí que el repiqueteo iba a despertar al dormido, con golpes de maza, al encajar como interiores clavos en el maderamen crujiente... El siguió sonriendo, casi me-