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gente, mostrando en su fondo la pétrea transfiguración de las gotas de sangre. El genio alzó la faz radiante, y sonrió al pájaro, que, precipitándose y zabulléndose entre círculos de oro, volvió con las piedras preciosas en el pico. Una nube nivea reflejábase en aquel momento, y el turpial salía cual de su seno, matizándola furtivamente con los rubíes, que al brillar en el aire, traían el misterio de esa interior aurora... He ahí cómo nacieron por amor a la pureza, de las gotas de sangre, las chispas de fuego ; están en vuestros anillos, porque el genio era de mi reino.»

El mago vio con tristeza alejarse a sus hijas camino de la corte ; y cuando volvieron al cabo de tres días, las tomó de las manos. Observó en el anillo de Zobeir la piedra purpúrea, y sonrió gozoso ; vio en el de Soleima la gota de sangre , y sonrió de nuevo ; apenas miró el de Meted jarrada, lanzó una imprecación. Las tres doncellas se sintieron como de hielo ; el mago agregó : aEse collar que traes te lo ha dado el Califa ; te condujo a su tesoro y te dijo : — Divina Motedjarrada, serías mi reina si no la tuviese ; tu mirar es más dulce que el de una gacela de Onagra, pero tu frente es augusta y poderosa. Tus cabellos te forman una llama ondulante de glorioso sol, y tu andar tiene el rit-