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lencia del relámpago, según el temperamento de los seres.

Zobeir, Moted jarrada y Soleima debían partir a una fiesta de la corte. Nualdn les recordó los largos discursos tenidos sobre lo único que Amor debe inspirar, y les evocó lo que viera en Grecia tantas veces : la imagen desnuda de un niño alado. Eran sus labios más rojos que las granadas, y sus dientes más blancos que la leche, y su pelo negro como la noche, y sus ojos brillantes como el día, y su frente pensativa como la tarde, y su sonrisa alegre como el alba, y con su aliento embalsamaban todas las ñores, y en la blancura sonrosada de su cuerpo sentíase palpitar la vida entera. El niño — exclamaba el mago — lanza flechas y acierta, mas la virgen sólo debe ver en el cuerpo del heridor sus alas, y eso como un símbolo de aquellas con que le enriquece el alma.

Acabado el discurso, puso tres anillos en las tres manos diestras de sus hijas, que los miraron embelesadas. En el centro del pétalo de loto de lapislázuli, refulgía un rubí ; las tres sortijas eran iguales. El mago dijo : «Ya lo sabéis : en el viejo Egipto, morada hoy de los árabes, esa flor es imagen de inmortalidad. Miradla, azul como el cielo ; los tres inmensos rubíes, con corazón crepuscular que es fuente de chis-