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IV
Es la hora del Angelus! La noche
Vá estendiendo su gasa vaporosa,
Y el espíritu inquieto,
Acosado por dudas y zozobras,
Se dilata en el éter, persiguiendo
Las eternas auroras,
Que en los órbes, sin fin, del firmamento
Le preságia su Fé consoladora.
*
Todo calla! El silencio y la tiniebla
Envuelven á la tierra con su sombra,
Y, en tanto que, sobre ella
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