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LA VOZ DE LAS CAMPANAS 31

Tú que sabes que, «triste hasta la muerte»,
Imploró atribulada
A esa Madre sublime de las madres,
Que su favor derrama,
Sobre lodos los seres que, contritos,
Su intercesion reclaman, —
Protéjela, Señor! Sobre su frente
Celeste rayo de tu lumbre irrádia,
Que ilumine la noche de sus penas
Con fulgores del alba;
Protéjela, Señor! Y, como prémio
De su vida angustiada,
Aparta los escollos del sendero
Que recorra su planta;
Concédele á sus horas alegrías
Que compensen las lágrimas
Que ha vertido, sin trégua, á cada instante,
De su existencia amarga,
Y, en el dia supremo en que la llames
A descansar de su fatiga aciaga,