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LA VOZ DE LAS CAMPANAS

Me arrebataba al padre, derribando
Con implacable saña,
El protector abrigo de los míos,
El fuerte tronco de la encina magna!

*


Era apénas un niño. No sabía
Todo lo que el Eterno me arrancaba!
El alma, á los tres años, solo tiene
Quimeras y esperanzas;
Y, luego, estaba allí, junto á mi cuna
La viuda acongojada,
Que adormía los écos de mi llanto,
Con besos y con lágrimas!
¿Cómo saber siquiera,
En esa edad temprana,
Que falta al hombre su primera ejída,
Cuando el padre le falta?