( XXXV ) ¡goales pretcnsiones á tan pomposo título, se hallaba tan atrasada en la carrera de su li- ! bertad, que tardó mas de «n> siglo en alzarse* J al grado de conocimiento en aquella sublime ciencia, que era común en España por el tiempo de las Comunidades. La otra obser- i vacion es , que el modo de juzgar imparcial- mente en esta gran contienda entre una na- ción y su Monarca, no es atender á hechos par- t tículares , á acusaciones recíprocas , ni á de- t masías cometidas poruno y otro partido ; siv no meditar los capítulos propuestos por la ■ Junta , para que sirviesen de Uy ferpetuáá fundamental del Reyno, y ver en ellos la jui^ i tteia de lás peticiones de los Castellanos;, y I la tiranía con qtüe el Emperador se negó á otorgarlas; llevando á tai extremo su excesivo rigor, que á duras penas pudo salvar la vida el mensagero encargado *dp -entregarle la car- ta de las Comunidades, y diérase por contea* to de que lo encerraran en un castillo ; eon cuyo atropellamiehto , no osaron presentarle los capítulos los comisionados de la Junta, qué llegaron á Bruselas con este propósito, y desistieron de seguir hasta Bormes. Ni fué esta la única Jiuiesfra qua Ató el
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