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SEMBRANDO
A D. Antonio Garrido.
De aquel rincón bañado por los fulgores
Del sol que nuestro cielo triunfante llena,
De la florida tierra donde entre flores
Se deslizó mi infancia dulce y serena;
Envuelto en los recuerdos de mi pasado,
Borroso cual los lejos del horizonte,
Guardo el extraño ejemplo, nunca olvidado,
Del sembrador más raro que hubo en el monte.
Aun no sé si era sabio, loco ó prudente
Aquel hombre que humilde traje vestía;
Sólo sé que al mirarle, toda la gente
Con profundo respeto se descubría.
Y es que acaso su gesto severo y noble
A todos asombraba por arrogante:
¡Hasta los leñadores mirando al roble
Sienten las majestades de lo gigante!