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LA VIDA ES SUEÑO

CLOT. (Ap.) ¡Válgame el cielo, qué escucho! Aun no sé determinarme
Si tales sucesos son ilusiones ó verdades.
Esta es la espada que yo dejé á la hermosa Violante,
Por señas que el que ceñida la trajera, habia de hallarme
Amoroso como hijo, y piadoso como padre.
¿Pues qué he de hacer (¡Ay de mí!) en confusión semejante,
Si quien la trae por favor, para su muerte la trae.
Pues que sentenciado á muerte llega á mis pies? ¡Qué notable
Confusión! ¡Qué triste hado! ¡Qué suerte tan inconstante!
Este es mi hijo, y las señas dicen bien con las señales
Del corazón, que por verlo llama al pecho, y en él bate
Las alas, y no pudiendo romper los candados, hace
Lo que aquel que está encerrado, y oyendo ruido en la calle,
Se asoma por la ventana. El así, como no sabe
Lo que pasa, y oye el ruido, va á los ojos á asomarse.
Que son ventanas del pecho, por donde en lágrimas sale.
¿Qué he de hacer? (¡Valedme, cielos!) ¿Qué he de hacer? Porque llevarle
Al Rey, es llevarle (¡A triste!) a morir. Pues ocultarle
Al Rey no puedo, conforme a la ley del homenaje.
De una parte el amor propio, y la lealtad de otra parte
Me rinden. Pero ¿Qué dudo? La lealtad al Rey ¿No es ántse
Que la vida y que el honor? Pues ella viva y él falte.
Fuera de que, si ahora atiendo a que dijo que á vengarse
Viene de un agravio, hombre que está agraviado, es infame.
— No es mi hijo, no es mi hijo, ni tiene mi noble sangre.
Pero, si ya ha sucedido un peligro, de quien nadie
Se libró, porque el honor es de materia tan frágil,
Que con una acción se quiebra ó se mancha con un aire:
¿Qué más puede hacer, qué más, el que es noble, de su parte.
Que, á costa de tantos riesgos haber venido á buscarle?
Mi hijo es, mi sangre tiene, pues tiene valor tan grande;
Y así, entre una y otra duda, el medio más importante
Es irme al Rey, y decirle que es mi hijo y que le mate.
Quizá la misma piedad de mi honor podrá obhgarle;
Y si le merezco vivo, yo le ayudaré á vengarse
De su agravio; mas si el Rey, en sus rigores constante,
Le da muerte, morirá sin saber que soy su padre.
— Venid conmigo, extranjeros; (A Rosaura y Clarín.) no temáis,
no, de que os falte
Compañía en las desdichas, pues en duda semejante
De vivir ó de morir, no sé cuáles son más grandes. (Vanse.)