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«Pero ¿de qué está formada esta conciencia que nos enorgullece tanto? De mucha más sombra que luz, de mucha más ignorancia ad»quirida que ciencia, de muchas más cosas que sabemos que hay que renunciar á conocer, que »de cosas que conozcamos. Sin embargo, es toda »nuestra dignidad, nuestra grandeza más real, »y probablemente el fenómeno más sorprenden»te de este mundo. Ella es la que nos permite »levantar la frente ante un principio desconoci»do y decirle: Te ignoro, pero hay algo en mí que te abarca ya. Quizás me destruyas, pero si no es para formar con mis despojos un orga»nismo mejor que el mío, te mostrarás inferior á lo que soy, y el silencio que siga á la muerte »de la especie á que pertenezco, te hará saber >que has sido juzgado. Y si no eres siquiera ca»paz de preocuparte de ser justamente juzgado, »¿qué importa tu secreto? No nos empeñamos Den penetrarlo. Has producido por casualidad un »ser que no tenías cualidades para producir.

Fortuna es para él que lo hayas suprimido » por una casualidad contraria, antes de que mi»diera el fondo de tu inconsciencia, fortuna ma»yor aún no sobrevivir á la serie infinita de tu horrible experimento. Nada tenía que hacer »en un mundo en que su inteligencia no res»pondía á ninguna inteligencia eterna, en que »su deseo de algo mejor no podía arribar á bien breal alguno.

Una vez más: el progreso no es necesario >para el espectáculo que nos apasiona. Basta el enigma, y ese enigma es tan grande, tiene tanto