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142dre no vacila en depositarlos en las celdas de obreras, y á la inversa, pondrá huevos de obreras en celdas de machos, si no se han dejado otras á su disposición.

En seguida, las hermosas observaciones de M. Fabre sobre las Osmias, abejas silvestres y solitarias de la familia de las Gastrilégidas, prueban hasta la evidencia que no solamente la Osmia conoce de antemano el sexo del huevo que va á poner, sino que ese sexo es facultativo para la madre, que lo determina según el espacio de que dispone, «espacio muchas veces fortuito y no modificable» que establece aquí un macho, allá una hembra. No entraré en el detalle de los experimentos del gran entomólogo francés. Son extremadamente minuciosos, y nos llevarían demasiado lejos. Pero, cualquiera que sea la hipótesis aceptada, una ú otra explicarían muy bien, fuera de toda inteligencia del porvenir, la propensión de la reina á poner en las celdas de obreras.

Es probable que esa madre, esclava, que nos inclinamos á compadecer, pero que quizá sea una gran enamorada, una gran voluptuosa, experimente con la unión del principio macho y hembra que se opera en su ser, cierto deleite y como una renovación de la embriaguez del vuelo nupcial, único en su vida. Aquí también debemos admirar la Naturaleza que nunca es tan ingeniosa ni tan disimuladamente previsora como cuando trata, con los lazos que tiende el amor, de asegurar con un placer el interés de la