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EN GLORIA Y MAGESTAD

teligencia. Con este discurso, no menos óptimo que sencillo, yo siento, amigo, que se me dilata el corazon, mi fe se aviva, mi esperanza se fortifica, y siento en suma otros efectos conocidamente buenos, que no hay para que decirlos aquí.

4Mas como el deseo de entender es naturalisimo al hombre, y muchas veces laudabilísimo, si se contiene en sus justos límites, busco la inteligencia de aquellas cosas que ya creo, y de que solo hablo: esto es, las pertenecientes a la segunda venida del Mesías, que en lo demas no me meto: busco, digo, la inteligencia de estas en los intérpretes de la Escritura. Y ¿que sucede? Os parecerá increible, y como el mas solemne despropósito, lo que voy á decir: os digo delante de Dios, que no engaño[1], á poco que he registrado los autores sobre los puntos de que hablo, siento desaparecer casi del todo, cuanto habia leido, y creido en las Escrituras, quedando mi entendimiento tan oscurecido, mi corazon tan frio, y toda el alma tan disgustada, que ha menester mucho tiempo y muchos esfuerzos para volver en sí.

5Como esto me sucedia muchas veces, ó por decirlo con mas propiedad y verdad, siempre que leía los intérpretes sobre los puntos arriba dichos; cansado un dia de tanto disgusto, comencé a pensar entre mí, que sin duda me podria ser un trabajo útil el aplicarme todo á un examen atento y prolijo de las esplicaciones é inteligencias que hallaba en los intérpretes, confrontándolas una por una con la Escritura misma, digo, con el testo esplicado, y con todo su contesto, sin espantarme mas de lo que es justo y debido del argumento, por autoridad. Esto que leo con mis ojos, decia yo, teniendo en las manos la Biblia sagrada, es cierto y de fe divina. Dios mismo es el que aqui habla, es imposible que Dios falte[2]. Lo que leo en otros libros, sean los que sean, ni es de fe; ni lo puede ser; ya porque en

  1. Ecce coram Deo, quia non mentior.—Ad Galat.' i, 20.
  2. Imposibile est mentiri Deum.—Ad Hebr. vi, 18.