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DISCURSO PRELIMINAR.

mucho mas en la boca ó pluma de un mísero Judio. Vuestro enfado deberá crecer al paso que fueremos descendiendo al examen de aquellas cosas particulares, tampoco examinadas, aunque generalmente recibidas; pues en estas cosas particulares de que voy á tratar, pienso, señor, apartarme del comun sentir, ó de la inteligencia comun de los espositores, y en tal cual cosa tambien de los teólogos. Esta declaracion precisa y formal que os hago desde aora, y que en adelante habeis de ver cumplida con toda plenitud, me hace naturalmente temer el primer ímpetu de vuestra indignacion, y me obliga á buscar algun reparo contra la tempestad: digo contra la censura fuerte y dura, que ya me parece oigo antes de tiempo.

Paréceme una cosa naturalísima, y por eso muy escusable, que aun antes de haberme oido suficientemente, aun antes de poder tener pleno conocimiento de causa, y aun sin querer examinar el proceso, me condeneis á lo menos por un temerario y por un audaz; pues me atrevo yo solo, hombrecillo de nada, á contradecir á tantos sabios, que habiendo mirado bien las cosas, las establecieron así de comun acuerdo. Lejos sea de mí, si acaso no lo está, el pensar que soy algo, respecto de tantos y tan grandes hombres. Los venero y me humillo á ellos, como creo que es no solo razon, sino justicia. Mas esta veneracion, este respeto, esta deferencia, no ignorais, señor, que tienen sus límites justos y precisos, á los cuales es laudable llegar, mas no el pasar muy adelante. Los doctores mismos no nos piden, ni pueden pedimos que se propasen estos límites