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DISCURSO PRELIMINAR.

cuando este trabajo nos lo han aorrado tantos doctores que trabajaron en esto toda su vida? Y si yo os vuelvo á preguntar, si estais cierto y seguro como lo pide un negocio tan grave, que son ciertas y justas todas las ideas que hallais en los doctores sobre la segunda venida del Mesías, temo mucho que no os digneis de responderme, tratándome de impertinente y de necio. Mas yo, por eso mismo os muestro al punto como con la mano aquel mismo peligro de que hablamos, y aquel precipicio mismo en que cayeron mis Judios.

Uno de los grandes males que hay aora en la Iglesia, por no decir el mayor de todos, paréceme que es la neglijencia, el descuido, y aun el olvido casi total en que se ve el sacerdocio del estudio de la sagrada Escritura. Del estudio, digo, formal, no de una leccion superficial. Vos mismo podeis ser buen testigo de esta verdad: pues siendo sábio, y como tal aplicado á la bella literatura, habeis tratado y tratais con toda suerte de literatos: entre todos estos, ¿cuantos escriturarios habeis hallado? ¿Cuantos que siquiera alguna vez abran este libro divino? ¿Cuantos que le hagan el pequeño honor de darle lugar entre los otros libros? Acuérdome á propósito de lo que en cierta ocasion oí decir á un sábio de estos; esto es: que la Escritura divina, aunque digna de toda veneracion, no era ya para estudio formal, especialmente en nuestro siglo en que se cultivan tantas ciencias admirables llenas de amenidad y utilidad. Que basta leer lo que cada dia ocurre en el oficio, caso que se ofreciese dificultad sobre algun punto particu-