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DISCURSO PRELIMINAR.
 

 

Vencido ya de vuestras instancias, amigo y señor mio Cristófilo, y determinado aunque con suma repugnancia á poner por escrito algunas de las cosas que os he comunicado; me puse ayer á pensar ¿qué cosas en particular habia de escribir, y qué orden y método me podria ser mas útil, así para facilitar el trabajo, como para esplicarme con libertad? Despues de una larga meditacion en que ví presentarse confusamente muchísimas ideas, y en que nada pude ver con distincion y claridad, conociendo que perdia el tiempo y me fatigaba inútilmente, procuré por entónces mudar de pensamientos. Para esto abrí luego la Biblia, que fué el libro que hallé mas á la mano, y aplicando los ojos á lo primero que se puso delante, leí estas palabras con que empieza el capítulo ix de la epístola á los Romanos. Verdad digo en Cristo, no miento: dándome testimonio mi conciencia en el Espíritu Santo; que tengo muy grande tristeza y continuo dolor en mi corazon. Porque deseaba yo mismo ser anatema por Cristo, por amor de mis hermanos, que son mis deudos segun la carne, que son los Israelitas, de los cuales es la adopcion de los hijos, y la gloria, y la alianza, y la legislacion, y el culto, y las promesas: cuyos padres son los mismos, de quienes desciende