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PROLOGO.

los intérpretes, así antiguos como no antiguos, confiesan ingenuamente (y lo confiesan muchas veces ya espresa ya tácitamente sin poder evitar esta confesion) que en la misma Escritura hay todavia infinitas cosas oscuras y dificiles que no se entienden, especialmente lo que es profecía. Y aunque todos han procurado con el mayor empeño posible dar á estas infinitas cosas algun sentido ó alguna esplicacion, saben bien los que tienen en esto alguna práctica, que este sentido y esplicacion realmente no satisface; pues las mas veces no son otra cosa que una pura acomodacion gratuita y arbitraria, cuya impropiedad y violencia salta luego á los ojos.

Aora digo yo: estas cosas que hasta aora no se entienden en la Escritura santa, deben entenderse alguna vez, ó á lo menos proponerse su verdadera inteligencia; pues no es creible, antes repugna á la infinita santidad de Dios, que las mandase escribir inutilmente por sus siervos los profetas[1]. Si alguna vez se han de entender, ó se ha de proponer su verdadera inteligencia, será preciso esperar este tiempo, que hasta aora ciertamente no ha llegado: por consiguiente será preciso esperar sobre esto en algun tiempo alguna novedad. Mas si esta novedad halla siempre en todos tiempos cerradas absolutamente todas las puertas: si siempre se ha de recibir y mirar como peligro: si siempre se ha de reprobar por solo el título de novedad: ¿qué esperanza puede quedarnos? El preciso título de novedad, aun en estos

  1. Per servos suos prophetas.