se merece y que yo pudiese aplicar. Logré mi deseo en efecto, y ya hay algunos años que tengo á mi uso una copia, que be releido cuantas veces me lo han permitido las demas ocupaciones anexas al santo ministerio sacerdotal, y á los deberes de mi profesion. Todas las veces que la he leido, se ha redoblado mi admiracion al ver el profundo estudio que tenia su autor de las santas Escrituras, el método, órden, exactitud que adornan su obra, y sobretodo la luz que arroja sobre los mas oscuros misterios y pasajes de los Libros santos.
La verdad, la abundancia, la naturalidad de los pasajes que alega de la santa Escritura, así del antiguo como del nuevo Testamento, de tal manera inclinan el entendimiento al asenso de su sistema, que me atrevo á decir: que si lo que él dice es falso, jamas se ha presentado la mentira tan ataviada con el sencillo y hermoso ropaje de la verdad, como la ha vestido este autor; porque el tono de ingenuidad y de candor, la misma sencillez del estilo, el convite que siempre hace á que se lea todo el capítulo, y capítulos de donde toma, y que preceden ó siguen á los pasajes que alega, la correspondencia exacta no solo de las citas sino tambien del sentido que á primera vista ofrecen los sagrados testos; todo esto, digo yo, da tan fuertes indicios de verdad, que parece imposible reusarle el asenso, á no estar ostinadamente preocupado en favor del sistema contrario.
Sin embargo, cuando considero los muchos siglos que han pasado en la Iglesia, sin que en todos ellos se haya hablado de este sistema sino como de una opinion fabulosa;