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LA VENIDA DEL MESIAS

bezas principales fueron Nepos, obispo africano, contra quien escribió S. Dionisio Alejandrino sus dos libros sobre las promesas, y Apolinár, contra quien escribió S. Epifanio en la herejia 77. Estos Milenarios conocieron bien en las Escrituras la sustancia del reino del Mesías: conocieron que su venida del cielo á la tierra, que esperamos todos en gloria y magestad, no habia de ser tan de prisa, como suponen comunmente: conocieron que no tan luego se habian de acabar todos los vivos y viadores, ni tan luego habia de suceder la resurreccion universal de todo el linaje humano: conocieron que Cristo habia de reinar aquí en la tierra, acompañado de muchísimos corregnantes, esto es, de muchísimos santos y resucitados: conocieron, en fin, que habia de reinar en toda la tierra, sobre hombres vivos y viadores, que lo habian de creer y reconocer por su legítimo Señor, y se habian de sujetar enteramente á sus leyes, en justicia, en paz, en caridad, en verdad, como parece claro y espreso en las mismas Escrituras. Todo esto conocieron estos doctores: á lo menos lo divisaron como de lejos, oscuro y confuso. Si con esto solo se hubieran contentado ¡oh cuan dificil cosa hubiera sido el impugnarlos! Todas las Escrituras se hubieran puesto de su parte, y los hubieran rodeado como un muro inespugnable.

81. La desgracia fué que no quisieron contenerse en aquellos límites justos que dicta la razon, y prescribe la revelacion. Añadieron de suyo, ó por ignorancia, ó por inadvertencia, ó por capricho, algunas otras cosas particulares, que no constan de la revelacion: antes se le oponen manifiestamente; diciendo y defendiendo ostinadamente, que en aquellos tiempos de que se habla, todos los hombres serian obligados á la ley de la circuncision, como también á la observancia de la antigua ley y del antiguo culto: mirando todas estas cosas, que fueron, como dice el apóstol, el ayo que nos condujo á Cristo[1], como necesarias para la salud. Estas ideas ridículas, mas dignas de risa que de

  1. Paedagogus...in Christo.—Paul. ep. ad. Galat. iii, 24.